*Esta es una de las historias de conservación, medioambiente y construcción de paz y esperanza producida en el marco del proyecto Bosques de Vida en el programa de la Escuela de Comunicación Audiovisual
Por: John César Gónzález
Mi nombre es John Cesar González Olivera, nací el 13 de septiembre de 1996, en el municipio de Tame en el departamento de Arauca, soy el menor de tres hermanos, mi madre es docente en la zona rural del municipio, mi padre es trabajador independiente.
Tuve una infancia diferente a los demás niños, cuando tenía 10 años me diagnosticaron Leucemia, desde ese momento comencé a ver la vida diferente, a través de las ventanas de los buses, yendo a los hospitales de Bucaramanga, Cúcuta y Bogotá, donde pasé gran parte de mi infancia. Los médicos llegaron a darme seis meses de vida pero el esfuerzo que mis papás hicieron para verme recuperado fue enorme, entré a un tratamiento con medicina naturista y con mucha fe, comencé a mejorar.
Para entonces no sabía lo que era una cámara, estaba lejos de tenerla, sin embargo hoy sé que todo pasó por algo. Las cosas más simples que otros hacían, como jugar, no las podía hacer por mi enfermedad, tenía que conformarme con verlas y creo que así comencé a hacerme un buen observador, reteniendo las imágenes en la mente y captando sus detalles, supongo que uno abre más los ojos y empieza a ver cosas que la mayoría ignora.
Pese a esta enfermedad intenté vivir la vida normal. Y dentro de las cosas que empezaron a hacerse normales, se hizo normal la guerra que sucedía a pocos kilómetros de mi casa en el mismo municipio que vivía pero yo lo veía por las noticias. Quise estudiar una carrera de sistemas, pero con el tiempo me di cuenta de que no era lo mío. Luego de graduarme del colegio mi vida tuvo un capítulo decisivo.
En el año 2016 entré a prestar el servicio militar, fui asignado al municipio de Saravena y sentí en carne propia el verdadero terror que no se compara con las inyecciones ni las transfusiones de sangre. Cada fin de semana hostigaban el cantón militar, un día alcancé a contar ocho o nueve explosiones de cilindros bomba. Eran ruidos de estruendo que perturbaban mi amor al silencio. Luego me di cuenta que no era el silencio en sí mismo sino la sensación de paz y sentirse a salvo de todo.
En los once meses que duré como soldado no salí ni una sola vez del batallón y aun así perdí a dos grandes amigos por culpa del conflicto, un joven que llegó meses después que yo y un soldado profesional que perdió la vida en el trayecto a una vereda cercana. No quería seguir en el ejército, temía que me pasara lo mismo que a mis amigos y empecé a sentir mucho rechazo por la guerra, donde jóvenes que no nos conocemos y a veces jóvenes conocidos, nos enfrentamos en una guerra que no nos pertenece.
Aprendí a valorar mi vida, nuevamente, y también a entender lo dura que puede ser para otros, si hubiera tenido la cámara, hubiera logrado capturar en fotos instantes que hoy recuerdo con tristeza. Esos momentos de angustia, me llevaron de vuelta a mi infancia a sentir lo mismo, que la vida se puede ir en cualquier momento.Luego de esa experiencia en el ejército cambie mi mentalidad, comencé a ver las cosas de forma diferente, estar dos veces cerca de morir hacen que uno se aferre con todas sus fuerzas a la vida, me di cuenta que había cosas que antes no valoraba y lejos de tododo y todos empecé a percibir, la naturaleza ante mis ojos, el canto de las aves y esa belleza del paisaje que no percataba. Son cosas que da la lejanía y pude comprender.
Después de salir de prestar el servicio militar, agradecido una vez más por estar con vida, comencé a asistir a reuniones de jóvenes y a participar en procesos juveniles, en el 2018 ingresé a la Plataforma Juvenil de Tame, en ese año había un grupo de dos jóvenes migrantes que cantaban rap, comenzamos a trabajar en líricas que en lugar de resaltar lo malo hablaran de cosas positivas. Los apoyé grabando sus videos con mi celular y resultado de eso pudieron grabar su primer álbum llamado ‘Vivencias’, con mensajes de rechazo a las drogas y la violencia.
Encontrando la pasión por la fotografía natural. Fotografía Cristhian Aguirre H
Sentí que fue un gran logro para mí, porque además del mensaje, gracias a concursar con ese trabajo, me gané mi propia cámara. En ese momento las cosas del pasado tuvieron más sentido, era cosa de indio pero también de flecha. Ya con la cámara en mis manos comencé a trabajar como fotógrafo en eventos de quince años y reuniones al principio fue difícil desprenderme de ese tipo de fotografía, porque era en lo que me referenciaban, pero yo quería enfocarme más.
"Me contaron que Tame"
Un año después, en 2019 decidí crear mi propia página en Facebook, llamada: Me contaron que Tame. Quería mostrar a través de mis fotos lo hermoso de mi municipio, sus lugares turísticos, resaltar la riqueza del medio ambiente, con el único fin de cambiar la estigmatización con que vivimos los tameños y en general todos en Arauca a nivel nacional e incluso en el exterior. Realice cursos de artes escénicas y fotografía, terminé un técnico en trabajo comunitario y ahora gracias a la Fundación La Palmita, pude enfocar mejor mi talento, adquirí conocimientos nuevos en fotografía, audiovisual, contenido sonoro y escrito. Con decirles que nunca pensé que estaría escribiendo mi propia historia.
FOTOGRAFÍA DE NATURALEZA
Supe que ser fotógrafo puede ser más que apretar un botón, sino también la oportunidad de plasmar y comunicar una idea, empecé a especializarme en fotografía nocturna y de vida natural para reflejar ese sentimiento de armonía y belleza que quiero transmitir en la luna, la fauna y los paisajes, inspirándome en fotógrafos que conocí gracias a la Escuela de Comunicación como Paul Nicken que además es cineasta y biólogo, de la Liga de fotógrafos para la conservación que trabajan en National Geographic.
Algunas de mis mejores fotos. John César Gónzález
Todo ha sido un progreso, gracias a estos conocimientos, recibí la primera remuneración por el trabajo que me gusta hacer, realicé un video y fotografías para la Fundación Amor Animal de Tame, mostrando el trabajo que ellos estaban realizando por mejorar la calidad de vida de los animales en condición de calle; este video sirvió para recolectar fondos con el propósito de conseguir alimentación y construir casas a veinte animales, además, pudimos fabricar platos y bebederos improvisados con botellas de plástico.
¿Qué si amo mi trabajo? sí lo amo, lo disfruto todos los días, cada momento. Creo que la vida me ha dado muchas oportunidades para salir adelante y estar donde estoy pese a las dificultades. Actualmente el municipio está atravesando una de las situaciones de violencia más complicadas que recuerdo desde que tengo memoria, pero eso me ha motivado mucho más a trabajar desde mi lugar por construir la paz.
Es una palabra tan pequeña, pero difícil de hacerla realidad, no la veo tanto como el silencio de fusiles porque sé que eso no basta, la veo desde lo que yo puedo aportar para que algo cambie, buscando en las imágenes, el amor, la comprensión y la belleza para apreciar lo que nos falta, tenemos la misión de hacer esta tierra más productiva no solo desde la tierra sino también del corazón. Ver sonreír a una persona por una fotografía me motiva mucho más a seguir.
Seguiré trabajando del lado de la comunidad, seguiré registrando los mejores momentos, con el apoyo de Dios y mi familia. Sueño con que mi departamento progrese, sueño con un municipio sin violencia, sin rencor, sin odios, sin conflicto, pero para lograrlo necesitaríamos la ayuda de todos, como dice el eslogan de la Escuela, esta historia es un viaje colectivo.
Escrito por: John César Gónzález
Narrador de historias - Graduado de la Escuela de Comunicación Audiovisual Bosques de Vida
Esta historia forma parte de la creación colectiva de nueve jóvenes araucanos que culminaron el proceso de la Escuela de Comunicación Audiovisual Bosques de Vida.
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