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Mapoy, la vereda de Arauca que le siembra a la paz

Por Cristhian Aguirre H

Parece que Mapoy ha estado mucho tiempo entre nosotros, no sabemos desde cuándo, no sabemos muy bien en dónde. A un lado de la carretera Tame – Hato Corozal hay un letrero pequeño sostenido en un palo recién pintado. De esos letreros que cumplen la única función de estar, sin asegurarse que alguien lo lea. – vereda Mapoy señala con una flecha que apunta hacia un caminito. Como que en ese lugar por allá, donde indica la flecha, existe más gente, - y qué gente.


Al lado de ese letrero chiquito está la ruina de uno más grande, -salió como chimbo- me dice alguien, porque a los 3 meses se dañó y sólo quedó la estructura. Se alcanza a leer ‘Mapoy - Paraíso del Moriche’ y un rayón hecho con aerosol en la esquina con la palabra PAZ. Esa es la seña para llegar. Un letrero blanco y pequeño y otro maltrecho en unas varillas oxidadas. Siga por ese camino 15 minutos, 5 Km y llega.


Mapoy es una vereda ubicada en el municipio de Tame en Arauca, a 45 minutos de la cabecera municipal, sus remotos resultados por búsquedas de internet dicen que es un caserío, pero es más que eso. No solamente en términos de población sino estratégicos. Siguiendo hacia el sur a media hora, está el departamento de Casanare y al occidente el Parque Nacional Natural El Cocuy que irriga de agua todo el Piedemonte Araucano.


Es más que un caserío, como todos los lugares de la llanura inmensa que surca por el norte a Suramérica, Mapoy es privilegiado, un sitio de descanso de los dioses.

Estar allá es como recorrer un pesebre a escala, da la impresión que la pintura sigue fresca en las paredes, que los colores tienen unos tonos más vivos, y que cuando la mirada se pierde en la sabana hay un suelo que brilla, son los espejos de agua alumbrados por el sol. Es imposible distinguir entre aguas, hay tanta que una gran cantidad cae del cielo y otra, simplemente brota.


Una región maravillosa con buena vecindad

Así la define Uriel Endes, una de las personas más lúcidas y brillantes que he podido conocer. Padre de Helio Endes e hijo de Plutarco Endes, uno de los fundadores y primeros habitantes de Mapoy, por allá en la década de los cuarenta. “La gente es bondadosa, al que no tiene le dan, están pendientes del que no tiene para ayudarle, esas cosas malas que han pasado nos han servido para adoptar lo bueno”


La historia que recae allí es más que la de un paraje sobrenatural, también ha sufrido en su carne la triste naturaleza del conflicto en Colombia, es un reflejo del relato reiterado de la violencia del país, unos contra otros, que llegan, permanecen y se van, luego llegan otros peores, otros redentores y se repite el ciclo.


Como muchos lugares que luchan por vivir en paz, Mapoy y su gente de mano estirada, sombrero llanero y piel canela y rojiza de tanto sol, ha sabido sobreponerse a la guerra. La rechazó en su territorio sin formar parte de ningún actor armado y su ejemplo de lucha comunitaria ilustra la práctica de la resistencia no violenta. Hoy es un lugar en paz, en el que gran parte de sus habitantes vive de la tierra y de su cuidado.


Helio Endes, Presidente de la Junta de Acción Comunal de Mapoy

Viejas heridas

Tras convivir entre el aire del plomo y el control social, impuesto por las guerrillas desde comienzos de los años 80, y los intentos fallidos de retomar ese control, por parte de la fuerza pública a través su lucha contrainsurgente de los años 90. El periodo de los años 2000, como lo cuentan los recuerdos de sus habitantes y los informes de Justicia y Paz, fue el más oscuro y doloroso.


A partir de los 2000 la llegada del Bloque paramilitar Vencedores de Arauca, que cruzó la Cordillera Oriental desde Casanare y disparó la violencia en el municipio más antiguo del departamento de Arauca, se desatan los recuerdos amargos y las razones esperanzadoras de vivir el presente sin violencia.


Según Indepaz, solamente para el año 2002, dos mil setecientas personas se desplazaron de Tame. Y entre 2003 y 2004 ocurrieron 234 homicidios en ese municipio. El portal Verdad Abierta registra que entre 2001 y 2005, este grupo armado ilegal cometió 2.321 crímenes entre masacres, desplazamientos, asesinatos, desapariciones, entre otros repertorios de violencia.


Helio Endes, presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda, hijo de Uriel Endes y nieto de Plutarco Endes, lo recuerda así: ‘mis abuelos están acá desde el año 40. La familia Endes es nativa de aquí de la vereda, somos raizales, somos nacidos y yo soy la tercera generación, entonces somos de acá.

'Nuestra región y nuestra comunidad ha sido muy golpeada por la guerra, en los años 2000, 2001, 2002, 2003 y 2004 Mapoy fue una población demasiado aporreada por el conflicto armado, era una población unida, una población grande, pero de ahí para acá se dispersó la comunidad. Pero gracias a estos proyectos nos hemos agrupado nuevamente a trabajar, donde se nos ha dado una importancia muy grande para querer nuestro territorio, para volver a llegar a nuestra tierra y seguir cuidando lo que es nuestro'.


Bosques de vida, presente y futuro

Germán Zehir Soloza, sus manos como las de todos, cuidan estas plántulas


Los proyectos a los que don Helio se refiere han sido los dadores de la fuerza necesaria para reescribir una historia diferente y resiliente. Y por supuesto, no han llegado solos. Aquí también, como los ríos que nunca mueren, se juntan las aguas y se entrecruzan los caminos. Para el año 2015 sucede la llegada de La Palmita a Mapoy, en ese entonces iniciaron trabajando con el programa de fortalecimiento ambiental comunitario y el programa de expertos locales en biodiversidad. Al sol de hoy es una labor conjunta que no se ha detenido y lejos de concluir atraviesa una nueva primavera.


Justamente mientras Don Helio retrae algunos capítulos del pasado frente a la cámara, transcurre el trabajo de uno de los proyectos que se lideran y desarrollan en construcción con La Palmita. De momento pasa un joven manejando una carretilla llena de abono, mientras otros campesinos están bajo una polisombra, de espaldas y acurrucados sobando la tierra en pequeñas bolsitas y propagando unas plántulas. Estas plántulas harán parte de más de 250 hectáreas que luego serán bosque restaurado.


Entonces hablamos de Bosques de Vida, un logro que saca pecho, con mueca de felicidad y rostro de satisfacción a la gente de Mapoy y a La Palmita. Una iniciativa de conservación de la biodiversidad con pocos precedentes a nivel local, departamental y nacional, es un proyecto cuyo nombre no se queda corto para hablar del impacto social y medioambiental que lleva a cuestas, pues se proyecta la captura de más de 478 mil toneladas de carbono y 987 hectáreas de intervención.


Bosques de vida es financiado por el Programa Colombia Sostenible adscrito al Fondo Colombia en Paz, creado con la firme intención de lograr el cumplimiento de los Acuerdos. También es ejecutado por La Palmita, que ha trabajado a galope, en equipo, cuidando la riqueza biodiversa de la región. Rescatando los saberes ancestrales y construyendo unos nuevos.



« Pariente, caminante de la construcción de otra realidad, este proyecto tiene lugar en marco de la implementación de los Acuerdos de Paz »


Tiene lugar en Tame porque el municipio fue priorizado dentro del enfoque de Paz Territorial de los Acuerdos de Paz firmados en 2016, donde se implementan los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), una serie de proyectos de transformación integral y rural en los municipios más afectados por el conflicto armado, la pobreza y la debilidad institucional.


Así que esa tierra donde está asentada Mapoy, será en la que crezcan las plántulas antes de ser sembradas en otras veredas, ese abono que acompaña es pa que crezcan en salud y prontitud para la próxima siembra del mes de agosto. Y esas manos laboriosas que son telón de fondo mientras Don Helio habla, son las que han cuidado estas plantas con la misma tenacidad con la que ellos han luchado por salir adelante.


El lugar donde las acciones transcurren tiene un aspecto de vivero, pero no es uno cualquiera, como cada fruto que cae del árbol y cada semilla dispersada por algún ave, esto tiene una razón de ser (…)

‘La paz al igual que una casa, se construye’

Huella fotográfica de la construcción del vivero comunitario. El proceso ayer y hoy.


Eso lo tiene muy claro Pompilio Guanay, porque él fue el encargado de liderar la construcción del vivero comunitario: La idea era que lo hiciéramos en materiales naturales, entonces me ofrecí, yo les dije que yo sabía algo de esa construcción y si querían que yo pues hacía eso, de ahí se fueron agarrando, salí adelante y le dejé el ejemplo para los otros que siguiéramos construyendo y no termináramos esta forma de nosotros construir casas, que son formas antiguas, formas que ya no las hay, muy raro el que las sabe.


Toda la vida ha vivido en Mapoy, sin embargo su apellido viajó miles de kilómetros al sur para bautizar al Pato de Agua que habita las costas del pacífico sudamericano. El Guanay y Pompilio tienen algo más en común que la palabra, ambos llevan en sus genes algo predestinado a la extinción. En el caso del Guanay está a punto de extinguirse tras ser desplazado de su hábitat por otras especies invasoras. En el caso de Pompilio, su arte y técnica de construcción está cada vez más en desuso y peligro de desaparición. Por eso surgió conjuntamente la idea de rescatar ese conocimiento que se ha sabido refundirse entre los años.


Pompilio es un experto, su casa, erigida en los primeros tiempos, es una joya arquitectónica que construyó con su padre, de quien además del prodigio de recordar los nombres exactos de los habitantes de Mapoy, heredó estos saberes:


A través de toda una vida hemos tenido la costumbre de que los padres le enseñan a uno y uno aprende de ellos. La casa la construimos con él, yo ya era un adulto, me decía vamos a construir tal cosa, yo aprendí con él, era contratista. Él paraba casas de palma así con paredes, ganaba los contratos y trabajábamos nosotros, y así aprendimos y lo que aprendimos pues no se nos va a olvidar.


Por eso, la construcción de este vivero fue iniciada por Pompilio y terminada por los jóvenes de la vereda. Con los deseos enclavados en cada ladrillo fijado con barro para que los saberes no se pierdan, el legado perdure y las artes de antaño no se extingan. Fue una construcción completamente hecha de materiales naturales, adobe, solera sobre solera, columnas de madera, construyeras, tirantaduras, limas, cintas, bejuco y palma. Les tomó un mes largo ponerlo de pie.


El precedente de este vivero, lo constituyó Morichales de vida, un proyecto liderado por La Palmita y cofinanciado por el Acuerdo para la Conservación de Bosques Tropicales (TFCA). Aquí cobra todo el sentido la frase del cartel de la entrada, Mapoy efectivamente es un paraíso del moriche. Esta especie emblema de los llanos colombianos es conocida por ser el árbol de la vida, tiene una increíble capacidad de albergar agua, cumpliendo un rol fundamental en la regulación de la calidad hídrica.


En palabras simples es más y mejor agua. Fue este el paso inicial para sembrar una forma de vivir mejor. Como reza la arenga: sin agua no hay tierra y sin tierra no hay paz.


Morichales de Vida finalizó el pasado 11 de julio. La comunidad plasmó algunos mensajes


Con el apoyo de La Palmita no sólo se construyó un vivero, sino que se consolida un trabajo comunitario y el valor de un proyecto y un proceso que la guerra no pudo borrar. El 22 de enero de 2020, se conformó legamente la Asociación Vivero Comunitario Morichales de Vida El Mapoy. Nombre largo y altisonante, que oficializa que esta comunidad está unida para conservar cuidar y proteger sus bosques y su biodiversidad.


Conformada por doce familias, la Asociación se rige por principios del bien común, son cuidadores y restauradores de tierra degradada por la acción humana, compuesta por jóvenes, adultos y ancianos que cuidan y velan por el bienestar suyo y del vivero. Marly Soloza de 23 años es la representante legal y una de las lideresas jóvenes más prometedoras de la región, cuenta cómo estos procesos han traído un cambio de perspectiva.


Marly Soloza, veintitrés años. Representante legal de la Asociación Vivero Comunitario Morichales de vida El Mapoy.


“Me llena de satisfacción saber, que hay familias que se interesan por el bien común, yo no conocía bien ni siquiera las especies maderables de mi región, este proceso me lo ha enseñado de la mano de familias muy arraigadas. Conocen desde un arbusto, una herbácea, un arbóreo, ha sido una experiencia muy enriquecedora. Desde lo personal y lo profesional, aprender cómo se lidera. Hoy en día tengo una visión diferente”


Es madre de dos hijos que parecen haber heredado el color del reflejo de los espejos de agua en sus ojos. Una pequeña de cuatro años fascinada con los sonidos de la cámara cuando obtura y un niño de tan solo un año a quien carga en sus brazos mientras habla. Marly reconoce el avance del trabajo comunitario y su papel fundamental en la paz. Señala que allí también se llega cuando las mujeres ocupan más espacios en las esferas sociales y no se limitan a sus roles impuestos. Habla de género, practica el empoderamiento, se muestra tan segura y firme que será difícil pensar que las cosas no vayan a cambiar en su casa, en su campo y en su vereda.


Actualmente la Asociación Vivero Comunitario Morichales de Vida El Mapoy, tiene un repertorio de especies nativas que crecen todos los días, siguen construyendo de la mano de La Palmita y cada día pasan cosas mejores. En este momento trabajan en Bosques de vida el ambicioso proyecto que le refresca la cara a todos los que hablan de él, el que le apuesta a la construcción de paz y dictará el camino de gran parte del futuro de la sostenibilidad ambiental y productiva, no solo de Tame sino del departamento de Arauca.


Para la paz todo, para la guerra, nunca más

La cámara enfoca a la planta y no a Pompilio. No importa dice él, todo empieza por la raíz.


Aquí, en esta tierra lejana donde el calor de su gente abraza, la comunidad de Mapoy espera implementar sus procesos de restauración y participación comunitaria, ya no solamente de Moriche, se llama Bosques de Vida porque espera la propagación y siembra de más de 40 especies de plantas nativas. Ya no solamente en Mapoy, el área de influencia esta vez abarca a las veredas de Caribabare, Puna Puna, Sabana la vieja y La Lobería en donde también se promueven procesos de adopción de sistemas sostenibles.


Mapoy, sus gentes y sus anhelos son hijos de la paz, la resiliencia de su gente pacífica los hizo capaces de desterrar y soportar de pie los embates de la guerra. Hoy viven otro capítulo, uno que se escribe, donde la descendencia de los Endes pueda contar que vivió días, años, décadas y siglos en tiempos de paz, siembra de bosque, cuidado del agua y conservación de la biodiversidad.


Viven un sueño. En colectivo, como se tejen las cosas grandes y valiosas. De la tierra, como crecen las maravillas. Que nadie pueda decir que están solos, que nadie pueda dudar que lo lograrán y que nadie, ni por un segundo piense en volver a inquietar con violencia a la comunidad del Río Tocoragua, a la que el ilustre Uriel Endes llamó: Mapoy, tierra de morichales, de aves y de manantiales de agua.



Escrito por: Cristhian Andrés Aguirre - Comunicador social y periodista


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